¿Cómo el ejercicio puede modular el sistema inmune?

Como ya comentamos en el último post, el envejecimiento se asocia a una disminución de las capacidades del sistema inmunitario y éste conlleva a un estado de inflamación; el famoso concepto llamado Inflammaging.  

Bien, enlazando el sistema inmune con la salud, hoy os hablaremos acerca de cómo el ejercicio físico tiene la capacidad de modular el funcionamiento del sistema inmunológico; pudiéndolo hacer de dos formas totalmente distintas en función de la duración y la intensidad que ponemos en la práctica deportiva, así como el descanso entre las sesiones.

Tanto la duración, la intensidad como el descanso son variables clave para generar cambios fisiológicos en nuestro organismo.  En este punto es importante mencionar que nos encontramos ante dos situaciones principales: 

  • Ejercicio de alta intensidad o larga duración 

Este tipo de actividad física provoca la supresión de la inmunidad debido a un aumento del cortisol, PCR (Proteína C Reactiva), menor expresión de los receptores Toll-like y reducción de las IgAs secretores, entre otros.  

Por todo esto, es habitual que los deportistas de élite sean más susceptibles a las infecciones en comparación con los aficionados o amateurs.  

  • Ejercicio de baja-moderada intensidad: 

Este tipo de actividad física genera una situación contraria a la anterior en todos los sentidos e, incluso, es beneficiosa para promover la resiliencia y apoyar el funcionamiento del sistema inmunológico.  

Es recomendable durante el envejecimiento (las personas de la 3ª edad tienen menos linfocitos B y T) y en personas con enfermedades autoinmunes o inflamación a nivel intestinal.   

Ejercicio regular y moderado como herramienta antiinflamatoria 

Según este artículo “Exercise and the aging immune system” [1] el ejercicio regular se ha asociado a menor número de células senescentes, mayor capacidad proliferativa de las células T, menores niveles de citoquinas inflamatorias («inflamaging «), una mayor actividad citotóxica de las células NK y una mayor longitud de los telómeros de los leucocitos en los humanos que envejecen, entre muchos otros. Todo indica que el ejercicio habitual es capaz de regular el sistema inmunitario y retrasar la aparición de la inmunosenescencia.  

Según este otro artículo escrito por Wang, J., Liu, S., Li, G., & Xiao, J. [2], el ejercicio regular podría reducir el riesgo de enfermedades crónicas metabólicas y cardiorrespiratorias, en parte por los efectos antiinflamatorios del ejercicio. 

El ejercicio puede desencadenar una respuesta antiinflamatoria mediante la liberación de opioides y péptidos que modulan la inflamación en el cerebro vascular; además, mejora la integridad de la barrera hematoencefálica. Así, el ejercicio bajo o moderado también puede ser una poderosa herramienta para reducir la neuroinflamación, ya que activa la expresión de los macrófagos tipo M2 (antiinflamatorios).

Dosis óptima y personalización 

Como bien hemos comentado al principio, el ejercicio también puede favorecer la inflamación si se practica de forma inadecuada y por encima de las posibilidades de cada persona. El problema es que la dosis óptima de ejercicio es individual, y la línea es muy fina entre obtener un efecto positivo -antiinflamatorio- o negativo -proinflamatorio-.  

Así, es probable que dos personas con síntomas parecidos sigan el mismo protocolo de alta intensidad y, mientras uno se sentirá genial el resto del día, el otro podría empeorar. Hay que encontrar, por tanto, un equilibrio entre la intensidad y la duración para que la actividad física sea neuro protectora y ejerza beneficios sobre la salud.  

Por último, destacar la importancia de que cualquier deportista de élite o persona que realice una actividad física de alta intensidad o larga duración, lleven un buen estilo de vida y una buena pauta alimentaria para poder contrarrestar los efectos “perjudiciales” de este tipo de ejercicios.  

Seas deportista de élite o amateur, en Exheus podemos ayudarte a valorar cómo tu organismo responde frente a la actividad física y, en caso necesario, ofrecerte herramientas de valor para contrarrestar los posibles efectos perjudiciales generados. 

Para más información haz clic a este enlace.  

[1] Simpson, R. J., Lowder, T. W., Spielmann, G., Bigley, A. B., LaVoy, E. C., & Kunz, H. (2012). Exercise and the aging immune system. Ageing research reviews, 11(3), 404–420.  

[2] Wang, J., Liu, S., Li, G., & Xiao, J. (2020). Exercise Regulates the Immune System. Advances in experimental medicine and biology, 1228, 395–408.  

[3] Simpson, R. J., Kunz, H., Agha, N., & Graff, R. (2015). Exercise and the Regulation of Immune Functions. Progress in molecular biology and translational science, 135, 355–380.  

[4] Gleeson, M., Bishop, N. C., Stensel, D. J., Lindley, M. R., Mastana, S. S., & Nimmo, M. A. (2011). The anti-inflammatory effects of exercise: mechanisms and implications for the prevention and treatment of disease. Nature reviews. Immunology, 11(9), 607–615.  

[5] Brolinson, P. G., & Elliott, D. (2007). Exercise and the immune system. Clinics in sports medicine, 26(3), 311–319.  

[6] Warburton, D. E., Nicol, C. W., & Bredin, S. S. (2006). Health benefits of physical activity: the evidence. CMAJ : Canadian Medical Association journal = journal de l’Association medicale canadienne, 174(6), 801–809.  

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